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Playa Amor

Septiembre, 2020 – Después de la sesión de bufo sobre una terraza preciosa de la colonia Santa María de la Ribera al oeste de la Ciudad de México, Yannina me hizo este comentario: -Yo te puedo aconsejar que pongas atención en quién eres-. Bajo el recién éxtasis de haberme transportado hacia una realidad aún más real que la presente, en ese momento no entendí sus palabras.

Viajar a Oaxaca sugiere de antemano ya una experiencia espiritual para que el que sabe abrir sus ojos y percepción. Es un estado enriquecedor en todos los aspectos y despide una energía tierna y mística que lo diferencia de otras regiones del país. Su historia pacifista de mediadores, de seres que están más conectados con el cosmos y su misma cultura ancestral hace al estado sureño un lugar mágico para apreciar México con una perspectiva distinta. No era la primera vez que visitábamos la tierra zapoteca pero esta vez las circunstancias eran distintas. Los dos habíamos descalcificado nuestra glándula pineal accediendo a información compleja y difícil de digerir. Nuestra sensibilidad estaba a tope, nuestra intuición se había agudizado y nuestra conexión con la naturaleza era prácticamente palpable, tanto que en la carretera de Huatulco hacia Zipolite recuerdo claramente ir contemplando la abundancia de pinos tropicales mientras mi mano en el aire se nutría de electrones provenientes de la brisa fresca del Pacífico. Al ver el reflejo del sol en el movimiento de las hojas con el viento, abundantes lágrimas comenzaban a brotar de mis ojos observando la belleza de la creación y sentirme indudablemente parte de ella, parte del todo, heterogéneo y homogéneo simultáneamente. 

Al pasar los días, la frase de Yannina sobre indagar en mí mismo no dejaba de repetirse en mi mente, pero aún más en mi corazón. Me preguntaba ¿Quién se supone que debo ser? Realmente nunca me lo había cuestionado. Desde niño considero que he tenido una apertura distinta al mundo contextual pero sin duda se exponenció miles de veces al fumar sapo. Si se diluían todas las capas culturales, sociales, familiares, sexuales, generacionales, etc, ¿quién era yo? Si yo no soy Pablo, ni tengo apellidos, ni soy mi cuerpo físico, ni tengo nacionalidad, ¿quién y qué soy? La facilidad e interés genuino por relacionarme con gente había definido mi esencia desde que tengo memoria pero nunca había volteado hacia dentro y eso me causaba conflicto. Evidentemente, instalarse un tiempo por la costa oaxaqueña, en específico en Zipolite, es habitar un microcosmos donde suceden cosas místicas y donde su energía sirve de herramienta para explorarse a uno mismo con mayor facilidad. Su mar salvaje y un tanto puro, alimentado por su arena virgen y sus personajes curiosos (generalmente desnudos), me cuestionaba toda creencia que ni siquiera me había dado cuenta que eran impuestas o aprendidas. Con frecuencia fumaba algo de marihuana o ingería ocasionalmente hongos regionales para explorarme, para intentar desaparecer mi ego o simplemente para pasarla bien. Aunque me ayudaron, una crisis comenzaba a asomarse. En ese momento no sabía lo que estaba pasando. No tenía idea de qué crisis ocurría. No me entendía y era muy difícil sobrellevar los días y me sentía muy culpable de estar consciente de tenerlo todo en mi vida y no poder disfrutar al 100%. No sabía cómo manejar la tristeza y la clara noción de que era un ser mortal y que todos mis seres queridos un día no iban a estar ni yo tampoco. Al menos no en este plano. Era como despertar cada día y anticipar la nostalgia de lo efímero. Afortunadamente, algunos de estos personajes fueron amigos protagonistas en este tobogán de anécdotas épicas y que me acompañaron en el rompimiento de ciclos y en el cambio de visiones sobre la vida. Unos nos alcanzaron rápido en la gira y se fueron pronto, otros tardaron más pero escribieron páginas extensas, y unos pocos llegaron y se despidieron en un cerrar de ojos. Sin embargo, hubo unas que nos acompañaron en todo el viaje riendo, llorando y aguantando todo tipo de circunstancias; desde temblores hasta olores. Dos de ellas eran amigas de Abril desde la infancia. Con la crisis laboral decidieron apartarse y viajar para entender hacia dónde iban. Todos fueron maestros y todos sirvieron de amortiguadores para las caídas emocionales que experimenté. No obstante, hubo ciertas figuras que aparecieron como aterrizados instantáneamente en los momentos precisos en los lugares precisos. 

LA BIENVENIDA

Yo decidí pasar primero. Yannina nos mostró parte de su casa antes de entrar en sesión. Se respiraba una energía limpia y algo me decía que otros seres habitaban ese lugar. Subimos a su rooftop y nos compartió la alegría de tener y cuidar a todas sus plantas. Justo al lado de la habitación donde facilita medicinas sagradas, nos sentamos para hablar un poco de la intención de tener esta experiencia. Ella se postró sobre una especie de columpio muy acogedor y nosotros sobre unos bancos de madera mientras tomábamos algo de agua que nos había ofrecido. Vestía ropa muy cómoda y alegre. 

Cabe aclarar que Yannina es una facilitadora profesional de este tipo de medicinas y de otro tipo de métodos espirituales. Nosotros la conocimos por medio de un podcast que se llama Sabiduría Psicodélica donde trata temas muy interesantes y de suma importancia. Es de los podcasts más escuchados de todo Latinoamérica. Desde que la descubrimos, comenzamos un camino maravilloso e infinito y por ello le estamos sumamente agradecidos.

Al hablar con ella, sentimos una energía genuinamente buena, ligera y muy alegre, como su ropa. Nos dio algunas instrucciones y expectativas y nos recomendó sobre todo dejarnos llevar y confiar. Yo me encontraba enormemente nervioso, sudaba frío y estaba a punto de escaparme por la barda de su terraza y huir corriendo. Sin embargo, ya estaba ahí e intuía que no era casualidad haber llegado a ese momento crucial. Quise pasar primero porque creía que me iba a asustar si veía a Abril en trance. Al entrar al estudio, sentí una fuerte paz. El techo estaba hecho de vitrales coloridos con símbolos hindúes y budistas. Las paredes también tenían estas características y el piso era blando y en general todo el espacio era amoroso y acogedor. Los dos nos sentamos en flor de loto y ella me comentó que no tuviera miedo, que ella me iba a contener, que me dejara llevar, y que mientras yo estuviera en el viaje ella iba a tocar música ancestral. Luego procedió a instruirme cómo iba a fumar la dosis: -Vas a fumar todo sin parar mientras yo tenga encendida la pipa. Y vas a retener el humo hasta que yo te diga. Después voy a contar regresivamente desde diez y en el cuatro tú ya no vas a estar aquí.- Dijo Yannina. Tan sólo de recordarlo me vuelven esos nervios ojetes.

DATOS

La medicina del bufo alvarius o sapo es una sustancia descubierta hasta hace poco. No sé bien los detalles de la historia o de su química pero intentaré dar una introducción de este fascinante psicodélico. Se descubrió en el 2004 por un científico italiano que andaba por el mundo estudiando anfibios. Al llegar a México, se dirigió a Sonora dentro de la región donde habitan los indios yaqui y encontró estos sapos. Al estudiarlos, se dio cuenta que contenían un veneno que secretaban de las glándulas situadas en su espalda. Este veneno (no sé cómo a alguien se le ocurrió el proceso) contiene una inmensa cantidad de 5-MEO-DMT. Todo ser humano secreta DMT (dimetiltriptamina) cuando nace y cuando muere a través de la glándula pineal. Es decir, no es una sustancia ajena al cuerpo sino que es bien recibida en el organismo. Pero se preguntarán: -¡¿Qué diablos es el 5-MEO-DMT?! Bueno, pues muchos le llaman la molécula de la muerte. Aunque el nombre tiene una connotación negativa, la realidad es que la muerte no tiene por qué ser una experiencia terrorífica. Incluso puede ser la más maravillosa experiencia que nuestra alma pueda experimentar (pero de eso hablaremos después). Los yaquis succionan el veneno con las manos, los secan al sol hasta convertirse en hojuelas de color amarillo que dan similitud a unas Zucaritas. Las trituran hasta convertirse en polvo para fumar en dosis que son cuidadosamente medidas. Al entrar la molécula al cuerpo, rápidamente comienza una experiencia extracorpórea que en la mayor parte de los casos tiene cambios extremadamente positivos. El viaje dura entre 15-30 minutos. Es rápido pero la noción de espacio-tiempo desaparece. Muchos psicólogos han comenzado a utilizar estas herramientas en sus pacientes y la mayoría indican que al usarlas adelantan significativamente sus procesos de terapia. Incluso han mencionado que en 20 min de este viaje avanzan 3-4 años de tratamiento. Para tener una idea más clara del poder de esta medicina sagrada, podemos pensar en la ayahuasca o yagé, que sería la segunda medicina ancestral más potente conocida debido a su gran cantidad de DMT. Bueno, pues el bufo alvarius contiene 4 veces más DMT que la ayahuasca.

https://uncoolmgz.com/la-droga-de-la-ciencia-meo-dmt/



Diez, nueve, ocho, siete, seis….

No fue necesario llegar al cuatro. En el sexto segundo, comencé a sentir mi cuerpo sumamente pesado y simultáneamente ligero. De pronto, la realidad así como la conocemos se comenzó a quebrantar, a desmaterializar. Yannina seguía sentada en loto y comenzaba a levantarse para tocar música y en eso observé casi incrédulo cómo todo se convertía en una ilusión, parecido como cuando la televisión no funciona y se ven mini-cuadros negros, blancos y grises pero en este caso eran de los colores que había en mi focalización. Todas estas sensaciones son segundos de pensamientos, así que aunque la descripción sea larga, los conceptos y reflexiones que me generaban eran instantáneas. Algo muy curioso era esa sensación de pesadez y ligereza simultánea que después entendí que mi esencia se desprendía del cuerpo físico. Al ver esa quebrantación del mundo material, inició un temblor fuertísimo donde yo ya era una gota más que va en un río caudaloso. Experimentaba una vibración majestuosa e intimidante donde en milésimas de segundo me fundí en ella hasta convertirme en la vibración misma. De pronto, a punto de estallar y volverme uno con el todo, el miedo se manifestó para mostrarme el gran apego que existía en mis relaciones personales. Con el preámbulo divino de estar a punto de unificarme, sentí tristeza, nostalgia y pavor de confirmar que si todos nos volvemos parte de la Unidad, la gente que quiero deja de existir; mis padres, mi aliada en la existencia, mis amigos, mis hermanas, mis abuelos, etc. Me costó mucho trabajo soltarme porque en el fondo sabía que era experimentar una muerte. Sin embargo, la fuerza era inevitable. El candado se fracturó y finalmente se despedazó como cuando una roca estalla en una ventana volviéndola añicos. Salí disparado hacia el cosmos contemplando luces, patrones blancos, destellos de electrones, espacio negro sin ser el espacio tal y como lo concebimos, percibiendo una sensación atemporal donde yo ya no era yo, ni tenía aspecto ni forma ni sexo, ser humano era algo secundario y fluía con toda la energía divina del universo. Tenía la certeza que estaba viajando hacia la fuente cósmica, hacia la fuente de energía ilimitada, hacia el origen y el destino, hacia mi hogar, mientras Yannina tocaba música preciosa que me guiaba, me daba calma y ternura, y me recordaba ella estaba ahí para cuidarme. 

https://open.spotify.com/episode/72COGuiorbdZp7325XBjBW?si=n4cNjTR-ThySm4A3cUDThA&dl_branch=1

(Este enlace es precisamente la misma música de meditación que Yannina tocó para mi ese día. Dense el regalo de escucharlo con ojos cerrados)

Sus vibraciones me tomaban de la mano para llegar con una gran bienvenida al amor incondicional de Dios mientras sentía que observaba todo con la parte frontal de mi ser o con el tercer ojo, como propone el hinduismo. Innumerables fractales de color fuego se mostraban coreografeándose frente a mí pero no podía enfocarlos bien. A través de información no verbal entendí que era geometría sagrada. Es decir, el lenguaje universal en toda la materia física y no física del universo. La verdadera realidad trasciende toda lógica, pensamiento y verbalización. (Jacobo Grinberg, Pachita). Claramente, hay un mensaje primordial en esta información y que a día de hoy, aunque tengo una imagen generalizada de esta escena, no puedo recordar con claridad la forma de los fractales. Poco a poco, comencé a regresar del viaje y sentía una gran serenidad. Volví a habitar mi cuerpo intentando mover los dedos de mis manos y queriendo abrir los ojos. Cuando los abrí, los vitrales de colores en el techo se movían como si fuesen de cuadros de Van Gogh mientras el esplendoroso sonido japonés proveniente del Koshi que tocaba Yannina daba la sensación de haber vuelto con la energía divina del Creador. Personalmente, sigue siendo un enigma estar entre un estado inconsciente y otro consciente puesto que me encontraba en un viaje fuera de mí mismo escuchando música dentro de mí mismo. Esto podría indicar que las vibraciones viajan a través de las dimensiones. Ya de vuelta en esta existencia, compartí todas las sensaciones que tuve con Yannina y fue cuando me comentó:  -Yo te puedo aconsejar que pongas atención en quién eres-. 

Hay una visión que tengo en la mente y no puedo decidirme si la soñé o la viví en mi viaje o si al soñarla, recuperé esa visión del viaje. Me encontraba en una habitación blanca; más blanca que el color más blanco que pueda uno imaginar y no había estructura ni límites en el cuarto. No había división de paredes y a pocos metros se encontraba un ser de color blanco sentado en perfecta posición de loto. No era humano, vestía una especie de túnica o túnicas con un turbante extraño y todo era blanco pero podía ver los contornos de las prendas. Contaba con un sólo ojo que era enorme y estaba completamente alerta, era CONSCIENTE, me causaba un gran respeto, me intimidaba, era un ser poderoso y divino y era bueno. 

HIPERSENSIBILIDAD Y SINCRONIZACIÓN

Al salir de la casa de Yannina teníamos mucha hambre y decidimos caminar en busca de alguna fonda con antojitos. Nos sentamos en un lugar de comida oaxaqueña que se encontraba al lado del icónico Kiosko Morisco de la colonia Santa María de la Ribera. No recuerdo haberme sentido desconcertado o afectado por la experiencia. El único desconcierto fue haber navegado multidimensionalmente y regresar a la cotidianidad sin ningún tipo de alteración física o mental considerable. Desde luego, Abril y yo no parábamos de intentar encontrar las palabras para describir cada detalle de nuestro viaje. 

Cuando la glándula pineal se descalcifica, se desbloquea. Nos volvemos tan sensibles como originalmente debimos ser. Sin embargo, con tanto producto (físico y mental) nocivo para nuestros cuerpos la glándula pierde su apertura para tener esa conexión con uno mismo y con la Unidad; es decir, el Todo. Una vez abierta, nacen nuevas neuronas y comienzan a hacer conexiones en áreas del cerebro que antes no estaban activadas. Esto da pie a una nueva cosmovisión que en un principio a algunos, como a mí, nos cuesta interpretar aún más dentro de una urbe caótica como el D.F. Por fortuna, nuestro vuelo a Huatulco salió en pocos días e intuíamos que el lugar nos traería una mayor claridad para interpretar la experiencia. Allí, nos veríamos con dos amigos entrañables que equilibrarían la dinámica con su practicidad y sencillez.

Dana y Menón, al igual que muchos que nos visitaron, viajaban para tener una mejor introspección relacionada a cambios recientes en sus vidas y de una prospección a una respuesta espiritual. Esa vertiente en sus caminos se aunó con el nuestro y su energía y manera de ver la vida me contagió para sonreír más y ser más simple. En los varios paseos que dimos en las bahías de Huatulco, tuve momentos de mucho miedo sobre todo cuando el velero timoneado por un lanchero nos acercaba a distintos puntos de belleza sin igual con marea muy alta. Esa vulnerabilidad en su oleaje vertiginoso estimulaba mi sensibilidad mientras veía a todos serenos y disfrutando casi irreverentes el peligro imaginario que sentía. Su actitud ayudó a controlarme un poco mientras llegábamos a unas formaciones rocosas donde hicimos snorkel cohabitando por minutos con pelícanos y patos que revoloteaban alrededor de sus nidos sobre los picos del despeñadero y entre cuevas esparcidas a lo largo de su pared. Nadando entre la corriente esporádica de agua fresca, podíamos ver algunas mantarrayas y peces cromáticos donde de alguna manera me sentía partícipe de su diálogo incorpóreo. Braceando con flotadores, intentaba zambullirme con dificultad para renovar mi energía pesada y distorsionar mi realidad hacia un estado ligero. Después de lidiar vergonzosamente tratando de treparnos al barco y dejando media dignidad en las maniobras, partimos de regreso, pero apenas zarpamos y Abril escandalizada gritó: -¡Ahí hay un patito sólo!- -¡Ay hijo de la chinga’, a ese se lo come lo’ pe’cado fácil pue’!- Respondió un poco pesimista el lanchero con tono costeño. Apenas me daba cuenta de la situación cuando Abril, determinante e implacable, saltó entre la marea con un movimiento heroico y enjundioso para rescatar a la cría. Nos la entregó antes de subirse con gallardía a la pequeña embarcación. Era suave, frágil, de color amarillo ténue y con manchas cafés. Verla tan intrépida y segura de sí misma sigue siendo un estímulo incesante del temple que debo madurar. 

Huatulco contaba con muchas restricciones en plena pandemia de Covid. A veces se sentían un tanto ofensivas. Usar cubrebocas por obligación hasta en la vía pública era muy complicado debido a la humedad y el calor de la zona. Sabíamos que a 50 km se encontraba nuestra playa favorita y allí sucedía la magia.

Viendo pasar la vida zipoliteña y encontrándome en un estado de reflexión constante, las secuencias del trance seguían muy presentes y permeaban todo fenómeno natural. Al observar iguanas inmóviles al sol, al escuchar el oleaje salvaje del mar, al permanecer mudo ante tantos atardeceres sublimes que la costa nos alardeaba, o incluso al hablar con personas de la localidad; niños que con su capacidad de asombro y su intuición punzante me refrescaban el verdadero sentido de la vida, sentía que seguía evocando el viaje y las emociones que traía consigo. Callaba mucho mis tormentas indagatorias cuando Dana y Menón se encontraban cerca pero no tengo duda que percibían mi poco ánimo.

Soiree

Era bastante complejo explicarlo pero tenía y tengo la certeza que aquella realidad es mucho más real que esta y eso generaba confusión al no encontrar sentido a vivir plenamente esta existencia.  Aún con el encanto y el hechizo de Zipolite, no conseguía estar realmente presente a pesar de tener la visita de dos grandes amistades a las que aprecio muchísimo. Sin embargo, otra parte de mí estaba convencida que había vivido la experiencia más maravillosa de mi vida y que eso me iba a dar un entendimiento prodigioso del ser. Una muestra de eso era el constante encuentro que tenía con personas de la costa. Unos llegaban y nos mostraban su filosofía de vida a través de su arte o al contarnos su historia, y eso dejaba huella material o espiritual. Otros llegaban y se quedaban, como lo fue Oliver y Daniela que con sus gestos y amor en sus obituarios nos inspiraron para abrir otros horizontes en nuestros caminos. No obstante, pasar los días con uno de los mejores amigos que me ha dado la vida era reír por la inmensa espontaneidad que me brindaba. Menón es uno de los seres humanos más graciosos y cómicos sin tener la intención de serlo. Tiene una habilidad tan natural de dar diversión que ni siquiera se percata de ello. Dana llegó y se quedó. Fue un reto mayor para una mujer que creció con la creencia de tener todo planeado, incluso su vida. ¡Qué loco puede ser esto! La pandemia se volvió un obstáculo que a largo plazo resultó una bendición en su vida. La admiro tanto por la confianza indudable que tiene de sí misma, por su agilidad mental, su disciplina y su apertura, y por ser siempre un soporte incondicional con Abril. 

A los pocos días, Marissa y su aliado vikingo llegaron también de visita. Todos conocíamos bien las playas más populares de la costa y decidimos explorar otros litorales un poco más aislados. Así llegamos los seis a Agua Blanca, una playa que sigue mostrando un semblante familiar con muy pocos sitios de hospedaje y con ostiones que se dan en abundancia. El calor era abrasador. Nos refugiamos en un restaurante modesto con sombra donde las meseras nos comentaron que la orden iba a tardar, y conociendo el ritmo sosegado de la vida oaxaqueña, nos quitamos la ropa y nos echamos encuerados al agua. Fue tan placentero que no nos dimos cuenta que la playa no era nudista y la poca gente que había se burlaba de nosotros. Una pareja caminaba sobre la orilla del mar y el chico le tapaba los ojos a su chica para no regodearse de los semejantes penes de Menón y del Vikingo. Drenados del sol sofocante e hinchados de tantas ostiones, conducimos hacia Puerto Escondido. Pasamos una noche ahí y al día siguiente, Marissa y su aliado vikingo se despidieron. En ese momento no sabíamos que nos volveríamos a ver pronto. Llevamos a Menón a tomar su vuelo de regreso desde Huatulco a Chihuahua y me despedí con sentimientos encontrados. Fue complicado despegarme de un amigo que ha estado para mí en situaciones complicadas siempre con generosidad y virtud.

El desafiante Joaquín sin ropa

SOIREE Y GOTA GORDA

Dani y Oliver

El hotel boutique donde tuvimos la dicha de hospedarnos era uno de los proyectos de este nuevo amigo escandinavo con el cual desarrollé una amistad gracias al ecosistema que había creado en su propiedad. Daniela era canadiense y dueña de una mezcalería fantástica y acogedora dentro del hotel. Su gran pasión a sus distintos mezcales la transmitía día a día y nos volvía locos con el deleite de sabores tan complejos en nuestros paladares. Naturalmente, la esfera de camaradería, placer y diseño de la propiedad nos obligó a adoptar Hotel Soirée casi como nuestro. Nos costó dejar Zipolite con la energía que habíamos absorbido allí. Recuerdo un atardecer sublime que vivimos juntos después de darnos un chapuzón con sus olas inquietas. Nos encontrábamos en un puesto un tanto hipster con comida deliciosa y escuchando electrónica-selvática. Los ánimos estaban a tope y todo era vivir el momento, cuando de pronto Daniela procedió alegremente a forjar un cigarro de marihuana y enseguida sacó un papelito con hongos negros. Me explicó que eran derrumbes y los agregó al porro. Me ofreció y en un principio respondí que no puesto que esos no eran cualquier hongos, ¡eran señores hongos! Y no quería tener un viaje muy denso. Sólo quería estar bien. Me tomó 20 segundos darme un toque. Y fue como si todo el universo hubiese conspirado para mostrarse en todos sus colores celebrando mi existencia ligada hacia el todo. No fue un viaje fuerte ni con alucinaciones. Simplemente fueron sensaciones y una conexión más profunda con el cosmos.

 El último día Oliver me hizo una oferta. Me invitó a tener una sociedad con él y así abrir un restaurante que iba a construir pronto en Soirée. Explicó que la visión que él tenía de Soirée como un lugar social de verdaderos amigos y huéspedes formando vínculos y creando una experiencia única se había materializado a través de mi personalidad y que por eso quería que colaboráramos. Aunque después de pensarlo por varias semanas rechacé la oferta, la simple pregunta me brindó una satisfacción enorme. Por primera vez, aparte del incondicional apoyo de Abril, alguien veía a través de mí y distinguía cualidades que a lo largo de mi vida nadie había sabido reconocer como un potencial real, ni yo mismo. No intento hablar desde un lugar de egocentrismo, puesto que yo ni siquiera considero esta cualidad de relaciones interpersonales como un logro, sino algo tan fluido y natural en mí que no me doy cuenta de ella. Tal fue la magnitud de las palabras de Oliver y la fuerte amistad con Daniela que hasta el día de hoy vamos caminando juntos los cuatro en los mismos proyectos. Por abrir nuevas líneas de tiempo, les estoy eternamente agradecido.

Gota Gorda

ELIXIR 

A los pocos días de reunirnos con Fauno, Dulcinea, Malo y el Plebe, llegó Fani en plena cena-borrachera a la fonda El Sahuaro. Habíamos pasado un día inolvidable caminando hacia Punta Cometa para ver el atardecer, pero antes Malo nos había guiado hacia el Jacuzzi Natural que se encontraba a través de una desviación en lo alto del acantilado con unas vistas soberbias del Pacifico. Para bajar, teníamos que pisar con cuidado entre las rocas verticales y la tierra que se desprendía. Yo no sabía qué esperar del rincón a donde nos dirigíamos cuando la escena comenzó a descubrirse y nos encontrábamos en un lugar exclusivo, en el sentido de haber accedido a lo que sería experiencia única; un recinto seductor para los que buscan contar historias y no turismo. Siempre obsesivos con llevar una bocina con nosotros, nos vino ideal darle play y destapar algunas cervezas y mezcal que guardábamos. Apenas nos apañamos y nos encontrábamos desnudos y listos para recibir el oleaje menguado por las rocas llegando hacia nosotros. El Jacuzzi Natural era un semi hueco en el suelo del acantilado donde se había formado un accidente geográfico dando resultado a una especie de playa encerrada entre rocas. La corriente brava del pacifico lo golpeaba y entraba a través de unas peñas que la amortiguaban convirtiéndola en espuma exquisita, pura y llena de fuerza en la que rebozábamos nuestros cuerpos. Un mutualismo se hacía presente cuando peces diminutos se alimentaban de la piel muerta de nuestros pies y tobillos produciendo pellizcos y ternura coincidentes. No podía existir una joya más paradisíaca. 

Con la advertencia de la marea a punto de subir, trepamos cuesta arriba para ver el atardecer. Abril tenía más alcohol de lo previsto en sus venas y a día de hoy no entiendo esa fortaleza tanto exterior como interior que tuvo (y que tiene) para subir bajo ese estado. De haber fallado, el resultado hubiese sido caer al barranco. Llegamos a la meseta del acantilado. El pasto alfombrado me llevaba de regreso a los días en Edimburgo. Estando los ocho sentados en la orilla de la planicie, observamos un cielo infinito con un sol majestuoso que se posaba sobre el mar del oeste. Pigmentos púrpuras, rojos, dorados, rosas y amarillos alumbraban nuestro espíritu y el de los otros turistas que se encontraban ahí. Era un final impecable para cerrar un día bárbaro de ocio y placer.

Al consumarse el espectáculo, dimos vuelta atrás hacia Mazunte pero nuestra energía y estado no eran los mismos que los de ida, sobre todo los de Abril. Juntos en la contienda, nos sujetamos fuerte a pesar de las tres caídas que tuvo entre el lodo y la oscuridad temprana del ramal. Repito, sigue siendo un misterio su épica travesía hacia El Sahuaro. Recuperados mediante litros de agua, decidimos ordenar platillos en exceso. Mezcal no podía faltar, ni Fani que se hizo presente después de volar directamente desde Chihuahua. Apenas llegó y se apoderó de la primera botella de Pechuga en existencia y jamás la soltó, rellenándola con otros tipos de agave. 

GUNTER

Malo cumplía años y se nos ocurrió la idea de rentar una cabaña espectacular en lo alto del monte con vista al mar en la playa de Estacahuite. Después de su divorcio, necesitaba volver al lugar donde tuvo lugar la unión con su ex-pareja y era momento de cerrar su ciclo para respirar aires distintos. Era importante para todos arropar esa nostalgia aunque algunos no tuvieran conocimiento de sus intenciones. Aislarnos un poco era una buena decisión para inconscientemente sincronizar nuestras búsquedas. 

Cabaña en Estacahuite

Entre esos amaneceres, unos se hospedaban en Mazunte o San Agustinillo y otros en Zipolite. La dinámica que vivíamos juntos era caótica pero chingona. Éramos siete amigos y amigas y sólo teníamos en la mente tragar como Dios manda, ingerir buen y mucho mezcal, y pues que pasara lo que tuviera que pasar. Para estar todos juntos, utilizamos sabiamente la excusa de celebrar el evento en esa casa y todos convivir más cocinando entre con productos locales desconocidos, experimentar y montar comidones con vista al mar. Así celebramos el aniversario de Malo; preparando pancakes en la mañana, fruta fresca, y buen café, y por las noches improvisando con la pesca que recogimos el mismo día al amanecer. Al segundo día de estar disfrutando como manatíes encuerados en la alberca, llegó un tipo aproximadamente de nuestra edad con una sonrisa larga y un tatuaje grande en su brazo. Se echó a la piscina y entabló conversación con nosotros. Y pues, como dicen por ahí: “Ven que el niño es guapo y le ponen pinche gel.” Gunter nos contó su vida en Europa y su regreso a México. Gran parte de su historia estaba basada en Alemania y Francia donde se crió por años debido a que uno de sus padres era originario de allá. Hablando sobre el plan que teníamos en nuestra estancia, nos recomendó ir a una finca de café en lo alto de la sierra. Al saber que no contábamos con transporte, nos sorprendió que nos ofreciera el suyo para excursionar a ese recóndito lugar. No lo pensamos mucho ni nos hicimos del rogar. Aceptamos el gesto y en hora y media la camioneta verde soldado de la década de los 70s estaba en la cabaña. Era una Wagoner impresionante; hecha de metal, robusta e indestructible. Emocionados por la espontaneidad del evento, tuvimos que serenarnos porque las chicas necesitaban ir a la ciudad más cercana a comprar cosas en el mercado y Gunter se ofreció a llevarlas. Cuando regresaron, subimos las siete pertenencias de los siete rufianes que éramos y en ese momento nuestro nuevo amigo nos pidió de favor que tuviéramos una mochila deportiva con nosotros y la lleváramos hacia Pluma Hidalgo. Nos hizo dudar pero la subimos. Antes de salir, nos trepamos unos como garrapatas, otros como koalas y tomamos camino. Gunter manejaría otra troca que tenía y nos vería en la finca. Justo había algunos carros de policías en la carretera casi llegando a Ajujulco y al ir nosotros con ventanas grandes abiertas, otros carros nos veían dándole tragos a la cerveza y escuchaban la música deliciosa que explotaba en el bunker móvil. Uno de estos carros nos rebasó y nos avisó que había policías enfrente y un posible retén, como si ya nos conociera. Le agradecimos, tomamos precauciones y seguimos bailando sentados. Después de una hora de camino, comenzamos a adentrarnos por la sierra tropical tomando un camino más corto que nos dio Google Maps.

La Wagoner

Era pura terracería rocosa pero no había obstáculo con nuestro engendro prestado. La neblina mística de las montañas brotaba salpicando una cronología tangible en la historia de este bendito estado mientras escuchábamos el álbum más adecuado para estas vistas: Moctezuma de Porter. Ya arribando a Pluma, nos comunicamos con Gunter. Se iba a tardar más tiempo pero anteriormente habíamos navegado un poco los alojamientos y decidimos ir directo a un hotel que nos había llamado la atención. Al entrar ya al pueblo, notamos cierta complicación para el acceso debido a las restricciones de la pandemia. Sin embargo, no demoraron y pasamos ante los ojos locales que nos miraban con mucha curiosidad. Al llegar al hotel, el olor a tierra mojada y plantas exuberantes nos envolvía. La hacienda tenía atributos que nos hacía permanecer constantemente en estado contemplativo al caminar a través de varias veredas que conectaban un edificio con otro dibujando el adoquín con plantas de tinte prehistórico. Sus tallos eran diversos y en su mayoría largos y fuertes. Abundaban las cafetaleras y los ejércitos de hormigas del tamaño de abejas. La neblina seguía cruzándose entre los árboles y entre todo. Al fondo había una alberca con agua muy fría y unas hamacas.

Pluma Hidalgo

De regreso a nuestras habitaciones, decidimos descansar un rato cuando Gunter nos alcanzó, tocó la puerta y entró con un obsequio bien empaquetado de cinta café. Aunque ya contábamos con algo de ganja, agradecimos mucho el detalle. –Perdón por la tardanza, carnales. Es que fui con mi compadre a su rancho y me entretuve pero me mando esto, ¿sales? Esta bien buena esa madre.– Comentó. 

Listos para cenar, nos fuimos en las dos camionetas hacia el centro del pueblo. Juntamos dos mesas en aquel restaurante donde el servicio era muy ameno para aguantar los escándalos que estábamos a punto de hacer. Esa noche nos reímos con todos y de todos. Entre copas de mezcal, café, comida y mota, la vibra entre todos fue memorable. Al salir de ahí, algunos andábamos muy pachecos cuando decidimos sentarnos en una banquita que ahora no tengo idea en dónde estaba ni por qué o hacía donde estábamos caminando. En ese momento, Gunter se abrió con nosotros y nos contó parte de su vida. Mencionó que él había huido de Alemania porque andaba metido en la mafia. En específico, se dedicaba a la trata de blancas. Huyó un tiempo a Francia y después de ahí regresó a México. Influenciado por el efecto de la marihuana, analicé sus palabras y las tomé con mucho valor puesto que nos estaba compartiendo algo muy delicado y notaba que le dolía recordarlo. Hubo un silencio incómodo. De esas veces que prefieres no saber pero ya era muy tarde. Ya acostado en mi habitación y con decenas de insectos voladores y enormes, recorrí como en escenas los eventos desde que lo conocimos y muchas cosas empezaron a tener sentido. Incluso esa cercanía que tenía con la gente en la finca y como todos lo conocían por su nombre. Entendí el aviso que nos dieron del retén en la carretera, pero la verdad no era por donde yo creía. Al día siguiente lo iba a descubrir. 

La mañana siguiente todos desayunamos en el comedor de una señora amiga de Gunter. Todos sabíamos lo que nos había contado la noche anterior pero supongo que no lo mencionamos para no causar sugestión o incomodidad entre todos. Paseamos entre las calles y miradores del sitio antes de regresar a Zipolite. En el trayecto de regreso, a Gunter se le ocurrió visitar otra finca donde vivían otros amigos de él. Lo veía muy animado para llevarnos a conocer unas cascadas que se encontraban ahí muy dentro del bosque, que parecía más selva ya. En ese momento me asusté un poco y me alejé de mi centro. Conforme íbamos de camino, el suelo cada vez parecía más remoto y menos amigable. Mi mente inició una tormenta de ideas absurdas sobre cómo íbamos a terminar en un plantío de opio o de laboratorios clandestinos de estupefacientes al lado de narcotraficantes y mi miedo por Abril amplificaba mi pánico. Sin embargo, venía callado. Todo me lo guardaba por el bien común. Aclaro que sólo algunos nos sentíamos obcecados mientras la mayoría se mostraban totalmente relajados y fluyendo con la incertidumbre. Penetrando en un mar de pinos grisáceos, infinitos cafetos, cedros e incalculables árboles y plantas desconocidas para mí, se asomó una edificación de tamaño medio. Nos estacionamos, bajamos y una pareja amigable con un semblante franco nos recibió debajo del techo de la estructura que era muy acogedora, de colores claros donde mucha luz bañaba sus muebles y algunas habitaciones que se alcanzaban a ver por medio de sus puertas entre cerradas. Había cartulinas colgadas o pegadas de sus paredes que daban pie a que eran talleres para niños. Yo por mis adentros respiré hondo. Todo pintaba bien y de nuevo me había equivocado. Luego de escuchar algunas indicaciones de los anfitriones, nos sumergimos dentro de la floresta espesa de Las Pitayas cuesta abajo.

Conforme caminábamos sentía cierta angustia por abandonar la zona de confort, que a su vez me era un reflejo de abandonar la idea del yo para bucear a través del vasto firmamento de mi alma. El suelo era algo lodoso e irregular. Había que brincar ramas, agacharse, tener cuidado de no resbalar. Era gracioso vernos llenos de tierra y lodo. Después de unos 45 min bajando, la arboleda interminable tuvo piedad y se descubrió a sí misma para revelarnos una cascada potente pero pequeña. Su color azul verde claro era como una invitación a sentir una agua virgen llena de electricidad y vitalidad. Apenas metimos los pies y quisimos sacarlos de lo fría que estaba. Prácticamente todos se metieron antes que yo pero ya estando ahí, noté como la vida me estaba desvelando una enseñanza profunda sobre la confianza y la fe. De un sólo golpe, descendí sobre este gazpacho puro y helado que más que frío, se sentía como una corriente eléctrica que penetraba mis poros hasta alcanzar las células de mi cuerpo. Nadé un rato tratando de llegar hacia donde caía la cascada pero era tal la potencia de su declive que me empujaba hacia atrás. Y así estuvimos un rato maravillados y gozando de esta experiencia improvisada. Al salir del agua, sentí un empoderamiento colosal. La energía que fluía por mis venas era algo que no sentía en mucho tiempo; como si Dios mismo me hubiese impregnado con su vivacidad y su luz.

Apenas comenzó a lloviznar y el frío se hizo presente. En el trayecto hacia arriba del bosque, la lluvia se convirtió en tormenta y si de bajada había algo de lodo, en la subida era fango cuajado. Afortunadamente toda esa energía de la cascada nos impulsó para avanzar entre la dificultad con muchas risas y burlas sobre nosotros mismos. Era tanto el torrencial que llegué a pensar que podía haber alguna inundación aunque tampoco me quitó el sueño. Los dueños de la finca nos recibieron con ganas de saber como lo habíamos pasado. Descansamos unos minutos, tomamos agua y nos regresamos satisfechos de haber cambiado el plan. Ya en la carretera, yo iba de copiloto acompañando a Gunter cuando de pronto recibió una llamada y alcancé a ver el nombre de una mujer en la pantalla de su teléfono. Contestó antes de permanecer callado escuchando atento y alcancé a oír la voz de una mujer exaltada. Un poco agitado, le responde diciendo: -Ya te dije que no me estés vigilando. Tú me respetas y yo te respeto y ya estuvo, ¿no? Tú y yo ya no somos nada. ¡No mames! ¡Qué importa lo que diga la gente!- Colgó y quise ser discreto. No pregunté nada pero al cabo de unos minutos me dice: -Era mi ex esposa, güey. ¡Cómo jode! Es que no entiende que ya no somos nada y se encabrona porque llevé a estas morras a Ajujutla a comprar las cosas en el mercado.- Le pregunté: -¿Cuáles morras?- -Pues tus amigas. Y pues ya sabes, la raza ve y habla y pues llegó a sus oídos.- Comentó. -Ah y es que es la alcaldesa del municipio y le cala que la gente piense que ando llevando viejas a pasear.- Agregó. Yo me quedé mudo. ¡Claro! Armé mi rompecabezas mental y todo tenía sentido pero también me di cuenta que por un malentendido la cosa se podía poner fea. Al mismo tiempo, una sonrisa quería brotar de mi boca al pensar ¿en qué momento las chicas pasaron a ser una amenaza y tema de conversación municipal en esa ciudad? Tanto que la mismísima alcaldesa de Ajujutla había puesto manos a la obra. ¡Pinche historia poca madre!

Llegando a Zipolite, decidimos ir a cenar a un lugar espectacular en Mazunte donde nos esperaba una música electrónica con un amable y también típico chavorruco calvo con acento chilango que era el dueño y no dejaba de bailar como el masiosare para contemplar el atardecer de la playa negra de Mermejita. Ordenamos como si fuese el apocalipsis y nos seguimos riendo de las anécdotas que habíamos tejido juntos. Platicamos sobre irnos pronto a Puerto Escondido a pasar unos días en Playa Zicatela y ponernos unos como cucarachas y otros como perezosos en algún hotel con alberca.

Gunter de nuevo lo hacía. Ofreció prestarnos su Wagoner indestructible para manejar hacia allá. Debido a algunos pendientes que tenía que resolver, no nos pudo acompañar pero nos alcanzaría allá. Y así fue. La última noche en Huatulco llegó con un amigo a la cumbre de nuestro jolgorio en medio de mi odisea de haber quebrado un vaso dentro de la alberca. Todos intentando nuestra mejor maniobra con la luz de los teléfonos hasta que algún héroe dio con el pedazo de vidrio. Unos minutos después, Fauno, obstinado por abrir una botella de Malbec sin contar con abrecorchos, y bajo la instrucción de Gunter, decidió darle golpes con la palmera hasta que botara el corcho. Treinta segundos después, la botella explotó en su mano no hiriéndose de gravedad pero sí con dramatismo producido por la sangre brotando en todo el piso alrededor de la piscina. En resumen, la escena era épica. 

Gunter y su amigo bebieron sólo unas pocas cervezas antes de recoger la camioneta y regresar a Zipol. El sentimiento era evidente entre todos. Nos fue difícil despedirnos de una persona a la que le debíamos mucho en poco tiempo pero estábamos felices de habernos cruzado con él en nuestro camino. Nos acercamos y agradecimos insuficientemente sus gestos, su confianza y su tiempo. Abrimos el portón de la zona comunal de la casona y entre la oscuridad de la noche y el verde oscuro de su carrocería, la Wagoner se evaporó, y con ella nuestra convergencia. La nostalgia nos dejó afligidos un rato. 

Fauno, El Plebe y un servidor analizando detalladamente las europeas en Zicatela.

Al entrar a la sala, donde nos disponíamos de fumar un poco de mota y donde, en el caso de Fauno, de comer unos hongos enmielados que yo había comprado de Juan, un vendedor de cocos y marihuana en Zipolite, platicamos sobre el gran tipo que era Gunter. Malo me pasó su porro. Le di apenas un toque sutil, prácticamente un beso de “piquito” y al cabo de tres minutos, comencé a sentir que no podía gesticular con facilidad. Me levanté y dije: -No puedo estar aquí-. Caminé por el pasillo con torpeza hasta llegar a nuestra habitación y me dejé caer a la cama como si tuviera pesas encadenadas a mi cuerpo. Desparramado sobre el colchón, me costaba mucho moverme y decidí fluir con la sensación. Dormitaba un poco pero entre reflexiones y sueños, sentí un agradecimiento profundo por haber coincidido con cada uno de mis amigos pero sobre todo con Gunter. De pronto, entró Malo al cuarto y dijo riéndose: -¿Qué pedo güey? ¿Qué te pasó? Es que no te dije que esa madre era hachís.- -Ya ni la chingas, cabrón.- Respondí. Sin embargo no le di mucha importancia y seguí meditando. Entendí por qué Dios lo había puesto en nuestro viaje y reafirmó la importancia de la confianza a otros que le doy a mi vida. El tipo llegó, platicó, se presentó y sin ningún tipo de interés prestó su camioneta a unos norteños desconocidos. Utilizó su tiempo para destapar lugares ignorados por nosotros siempre con una sonrisa. Nos compartió una historia que pocos se atreverían a revelar y, en general, creo que todos coincidimos en sentirnos bien por haber servido de apoyo comprensivo sin juicios. En el dar sin pedir nada a cambio está el recibir, y Gunter transmitió este legado para volverlo inmortal en otros. Jamás lo vamos a olvidar, amigo.

El cansancio comenzaba a manifestarse entre todos. Desde luego, era natural agobiarse unos de otros y unos más que otros. Olores, humores y mucho ruido ya eran evidentes. Cada uno tenía su propia tolerancia y manera de pasar sus días teniendo en cuenta las desveladas y resacas acumuladas. Era tiempo de tener cada quien su espacio y volver un poco a la tranquilidad. Por lo tanto, El Plebe, Malo, Dulcinea y Fauno compraron su vuelo de regreso a sus respectivos destinos y se alistaron para partir. Sentía cierta pesadumbre por concluir una historia brutal que juntos habíamos tejido. Algunos personajes se habían convertido en amistades con mayor vínculo y otras que ya tenían historial y expedientes, sumaron un palmarés más significativo. Tal fue el caso de Fauno y Dulcinea que, a pesar de ciertas circunstancias desafortunadas (en las que no estoy para contarlo ni ustedes para saberlo), tuve la dicha de estar ahí presente ante lágrimas y corazones quebrantados para ofrecer simplemente mi hombro y mi tiempo. Una vez más la vida se presentaba de la misma forma; todos viajábamos fuera de nosotros pero el viaje continuaba siendo hacia adentro.

FANI Y DANA

Dana y Fani siguieron acompañando nuestro viaje. Con mayor tiempo de introspección, los conflictos existenciales de cada uno de nosotros emergían y producían ciertas dudas ante el deseo de continuar el viaje o parar y volver a la rutina, al confort. Si bien su energía me llenaba de aprendizaje y de un entendimiento más profundo de la naturaleza femenina, a veces también mis momentos de tranquilidad se veían aturdidos por su necesidad innata de exponer todo con palabras. Lo cual asumo libre de prejuicios ya que estoy seguro que ellas también notaban algún tipo de agobio o desazón con mi personalidad. En medio de todos estos eventos comunes dentro de una convivencia extendida, Carol y Peter Trenecito, dos amigos que conocí viviendo en Pamplona, llegaron de Puebla y D.F., respectivamente. Sólo iban a estar dos o tres días con nosotros pero su energía y sus ganas voraces por comerse Zipolite fueron tales que nos dejaron mucho en tan pocas horas. La cultura y espontaneidad de Carol amalgamadas con el intelectualismo incomprendido y buen humor de Peter Trenecito engendraron una dispareja difícil de pasar desapercibida porque, para empezar, no eran una pareja. Gracias por todos esos momentos de comedia e imprudencia fascinante. No hubo juicios, sólo risas.

Carol y Peter Trenecito
Siempre Juntes

Al estar nuevamente los cuatro, existía cierta inquietud por saber cuál era el siguiente paso. La melancolía de abandonar Zipolite visitaba sobre todo mis mañanas y el día se desencadenaba bajo un ritmo espeso. A pesar de sentirme a gusto, mi estómago percibía un hormigueo que me indicaba explorar rumbos vírgenes en mi vida. Por el contrario, Fani deseaba cambiar de aires e ir a visitar Puebla o regresar a su ciudad natal. Afortunadamente pudimos convencerla más de 3 veces de quedarse con nosotros y seguir buscando experiencias nuevas. No habia prisa. La única prisa podía ser falta de dinero o alguna emergencia. Dana sentía la misma presión de seguir una estructura, lo cuál era indudablemente válido cuando son razonamientos propios. Abril y yo necesitábamos espacio para nosotros pero, de corazón, había convivido tanto con ellas que se habían convertido en una parte fundamental de mis días. Equilibraban nuestros egos y nuestras virtudes. Respeto y me asombra tanto su capacidad de reflexión derrumbando creencias sólidas como su sorprendente auto-suficiencia en cualquier lugar bajo cualquier circunstancia. Pero como todo en algun momento tiene final, llego el dia que se despidieron dentro de Gota Gorda con una tristeza tímida o con emociones a flor de piel o con nostalgia de lo que estaba a punto de consumarse; los momentos que ya fueron, que ya no existen pero que en nuestros pensamientos se inmortalizan.

YING YANG

Así pasaron las semanas entre Zipolite, Mazunte, la sierra oaxaqueña, Estacahuite, Aguas Blancas, Zicatela, siempre percibiendo ese flujo de energía benevolente de su gente y de su belleza natural y preguntándome qué estaba pasando en mi corazón y en mi alma. Se cruzaron caminos con amistades entrañables que decidieron alcanzarnos en la travesía. Fue una gran fortuna tenerlos, aprender de ellos y ser espejos. Hasta que separamos nuestros rumbos, unos regresaron a sus hogares, otros viajaron más y otros seguíamos en esa búsqueda. Y así decidimos atravesar el estado para llegar a San Cristóbal de las Casas en Chiapas. ¡Qué distinto es México en cada estado! Cuánta riqueza existe en cada faceta que vive. Los dos estábamos sorprendidos de lo bonita que era la ciudad. Cada día experimentábamos una comida nueva, sofisticada y con sazón de abuela cocinera. Y aunque nos gustaba estar ahí y disfrutar los paseos turísticos y sus calles coloridas y auténticas, yo comencé a sentir muchísima ansiedad de no entenderme y un miedo terrible que era influenciado por la pandemia y algunas muertes cercanas a mi familia. Ante mi antena perceptiva, era muy evidente la energía de la ciudad que se complementaba con la esencia indígena de los mayas, los lacandones y otras etnias de la región. Sentía que la población en general estaba claramente conectada con sus ancestros pero no siempre de forma positiva, y eso se reflejaba en el comportamiento de sus poblados y la gestión de sus líderes. Digamos que veía una personalidad con inclinación más belicosa. Puedo estar equivocado pero esa era mi percepción.

Los días fueron difíciles. Unos no tanto y otros más pero en términos generales fue complicado. En las ocasiones que fuimos a visitar templos mayas rodeados por una naturaleza abundante, casi abrumadora, estar cerca de árboles de más de 500 años de antigüedad y abrazarlos con respeto y tributo me brindaba mucha paz y protección. Eso lo sigo haciendo de vez en vez. Al dejar el estado de Chiapas nos dirigimos de regreso a la Ciudad de Oaxaca y tuvimos el honor de hospedarnos con Marissa, quien al igual que nosotros, estaba en esa búsqueda de la verdad y de la felicidad. Marissa dejó todo en Nueva York para aterrizar en Oaxaca, utilizar su talento y conocimiento en nuevos proyectos arquitectónicos sustentables, entre otras cosas,  para mejorar la vida de la comunidad. En realidad, como comenta ella, la sabiduría ancestral de los campesinos zapotecos y mixtecos es lo que a ella le ha inspirado, más que todo el intelectualismo egocentrista y la competitividad ciega de la universidad norteamericana, respectivamente. Habitar la casa de Marissa fue como un aliciente para mis días de tristeza y ansiedad. Su casa olía a rosas, a perro (o sea a protección), a óleos, a libros, y a tierra mojada. Había muchas ventanas y una puerta de rancho que se abría fácilmente con la brisa fresca y acogedora que nos visitaba. En su jardín frontal, algunas de sus paredes y, si mal no recuerdo, dos banquitas estaban pintadas por ella misma de colores alegres donde predominaba un matiz de azul que es mi color favorito. Allí disfrutábamos de su perro Joaquín y de meditaciones. También había una mesa y sillas pequeñas hechas por ella misma donde cada día desayunábamos y otros días cenábamos productos de la región. Cuando la ocasión se presenta para elaborar algún platillo utilizando lo que nos da la tierra regional, mi mente y mi corazón creativo se encuentran en plena determinación, confianza y empoderamiento sin ego. Ese amor por mí mismo, por los recuerdos más palpitantes de mi vida y la efusión de conectar con y entre personas conforman la expresividad (o quiero pensar que se manifiesta) de cada comida que desarrollo. Y qué mejor ocasión que la compañía del ser que me eleva e impulsa mi libertad y mi esencia sin límites de ningún tipo; la mujer que brilla con sus ojos y sus gestos tan elocuentes que seducen al mundo y a otros. De esto estoy seguro. Por supuesto, dormir en un hogar tan platónico como el de Marissa no sólo me inspiraba, sino que me obligaba a agradecer la energía compartida. Así que me dispuse a preparar unas tapas hechas con panes de centeno de la codiciada panadería Boulenc de la ciudad, acompañadas de calabaza de la región, semillas trituradas de las mismas, oliva, tomates salteados cultivados por campesinos oaxaqueños, especias, y quesillo típico; Simple, transparente y satisfactoria, como nuestra amistad. A veces la energía de las personas se ve tan materializada en los objetos que se convierte en metáfora del escenario. 

Era Día de Muertos. La ciudad se volcaba y brillaba por sí misma en esta ansiada fecha que resume mucho el sentimiento de un pueblo que siempre ha visto la muerte como algo natural, irónico y cómico. La dedicación y tiempo que los oaxaqueños le invierten a esta costumbre son alucinantes. Aunque estaban muy presentes las restricciones y la energía pandémica, el sentimiento y los colores de la festividad eran incluso más latentes. Cada paso que daba al caminar por sus calles empedradas y sus paredes coloridas, me preguntaba una y otra vez qué carajos sucede después de morir. Sin embargo, me daba confort observar cómo vivía la gente este enigma. Era tan natural, tan fluido que escuchaba conversaciones entre los locales contando sobre sus difuntos, sobre lo que les gustaba y qué ofrendas habían puesto en sus altares. En uno de estos días, paseábamos también con colegas estadounidenses de Marissa entre la central de abastos, los mercados, y otros puntos de interés sobre todo artísticos puesto que ellos eran artistas consolidados de Nueva York. De pronto, hicimos una parada rápida en el hotel donde se hospedaban para que recogieran alguna pertenencia. Mientras esperábamos sentados en una banca del edificio sumamente colonial, místico y exuberante de plantas, una señora de edad salió de alguna puerta quemando copal sobre una especie de mortero. Caminaba por los pasillos haciendo despedir el humo por cada rincón, y si mal no recuerdo, hacía sonar algo. Esto capturó la atención de Abril y la mía. Nos acercamos y le preguntamos qué era lo que hacía. -Es que a las 3 nos visitan los niños, los difuntitos. Y hay que recibirlos bien contentos.– México no es un país. México es una emoción.

LOS PUEBLOS

Aunque la capital oaxaqueña cuenta con mucha diversidad, comienza a sentirse vacía porque surgen nuevos proyectos, nuevas ideas que atraen a un mercado que busca la foto de Instagram pero no la profundización de una cultura milenaria. El nuevo viajero busca precisamente eso: turismo. Al contrario de buscar escribir una historia, una experiencia que compartir con sus allegados, aprender de otras perspectivas y enriquecer una conciencia entendiendo que somos distintos por el simple hecho de nacer en distintas circunstancias y contextos. Llegan vacíos y se van vacíos. Para Marissa, era inaceptable que sólo viésemos esa faceta de la cultura. Nosotros también estábamos de acuerdo y decidimos ir a visitar algunos pueblos aledaños. Debido a que tenía contacto con algunos artesanos, nos quiso llevar a conocerlos y conocer sus productos textileros. Nos subimos al Beetle dirigiéndonos primero a Tlacolula los cuatro (contando a Joaquín). Al llegar y entrar al mercado, un ecosistema matizado con lengua indígena permeaba el lugar. Mis sentidos se cruzaban unos con otros casi como una sinestesia donde olía los colores de los vestidos de las indígenas, mi boca absorbía con voracidad la dinámica de los comerciantes, mi piel degustaba cada zapote, mamey, chicozapote, nance, y fruta exótica que las señoras me ofrecían, y mis ojos observaban la fonética armoniosa de sus voces. Estar ahí era como transportarse a otro tiempo pero sobre todo a otra visión. Al salir, yo venía lleno de frutas que había comprado y que obviamente sabía que no me iba a terminar, pero Joaquín, aunque bestia salvaje, siempre aceptaba una golosina como un gesto de agradecimiento y nobleza. Así que le regalé un poco de zapote, cuando de pronto unas señoras pasaron a mi lado y me dijeron algo en su idioma con gestos fruncidos. -A la gente de los pueblos en Oaxaca no les gusta que alimenten a los perros con tanta pinche pobreza que hay. Yo por eso tengo cuidado cuando traigo a Joaquín-. Comentó Marissa. Ups! Con toda razón. 

Capilla de Tlacolula

Al entrar a Teotitlán del Valle, quisimos parar a comer moles ancestrales en la fonda Tlamanalli de la cocinera indígena más famosa del país: Abigail Mendoza. Desafortunadamente estaba cerrada por restricciones del Covid. Era temprano para nuestra cita con los artesanos textileros y decidimos contemplar el atardecer en un cerro que a Marissa le gustaba. Al llegar al sitio y estacionarnos, apenas abrimos la puerta del carro y Joaquín salió disparado como el depredador que es a perseguir las vacas y toros que se encontraban en un campo precioso de flores amarillas. Iba totalmente determinado a aniquilar y devorar semejantes bestias que salían despavoridas huyendo de este portento de verdugo. No. Se alejaban con paso lento no tanto por miedo sino por los ladridos castrosos del bello Joaquín. Mientras toda esta escena de Discovery Channel ocurría, el cielo nos regalaba un atardecer multicolor que se reflejaba tanto en el cerro como en una pequeña presa que se encontraba a los pies del mismo. Fue un momento de presente. Fue ser y admirar la belleza de Dios. De pronto un carro se aproximó y se detuvo por unos segundos. Unos tipos nos vieron curiosos y siguieron adelante. Nos preocupamos un poco porque Joaquín insistía mucho en “cantarle” un tiro a uno de los toros a madrazo limpio y no dejaba de ladrarle. No queríamos que el toro sufriera algún percance y finalmente pudimos calmar a la mascota y traerla con nosotros. Cuando lo cargamos, Joaquinsito olía delicioso. La fragancia de las flores habían penetrado su pelaje y nunca jamás había estado tan galán y tan victorioso.

Marissa y Abril sujetando a la bestia

Era hora de la cita. La casa tenía un portón grande. Marissa dejó a Joaquín dentro del Beetle porque ya conocía que dos perros husky habitaban la casa y tampoco quería que les sucediera nada a ellos. Al abrir el portón, nos recibió una mujer joven con facciones muy sinceras y serenas y nos invitó a pasar a una planta de la casa donde se encontraba una altar un poco arcaico pero con esmero visible. Al lado había una mesa muy larga, las paredes y la luz de la sala tenían una tonalidad fría que contrastaba con la calidez y amabilidad de los anfitriones que estábamos a punto de conocer. La distribución de la casa era extraña. Daba la impresión que había sido construída poco a poco, improvisando y remodelando conforme a las necesidades. Nos sentamos y en eso llegó el esposo de la mujer. Rápidamente nos ofrecieron nueces y mezcal. Yo me preguntaba qué estaba pasando. Pensaba que íbamos a ver sus textiles, ver qué nos gustaba e irnos. Sin embargo, me sentía bastante a gusto y no tenía ninguna prisa. Comenzaba a hacer un viento fuerte con alguna llovizna y recuerdo algunos truenos pero yo me sentía de verdad en casa, como cuando comienza a llover y la tarde y la noche se vuelven amenas en familia mojando el pan en el café mientras escuchamos historias de los abuelos. Ese tipo de sensación me daba la pareja de Teotitlán. Sólo que en esta ocasión, la charla fluía desde el simbolismo de su altar y sus rituales hasta la historia de sus vidas. Algunos de los elementos que lo conformaban eran fotografías, imágenes de Jesús, pan, y naranjas. Mi curiosidad y mi afán de cuestionar me llevó a preguntarles si había algún tipo de profanación si uno comía un gajo de esas naranjas. -Los adornos o comida son objetos que eran del gusto favorito del muertito. Si uno toma una de las comidas y las prueba, no van a tener sabor porque los difuntos nos visitan y comen lo que les pongamos. Hagan la prueba ustedes-. Obviamente no quise verificarlo. Luego preguntamos sobre las personas que curiosearon cuando estábamos en el cerro y nos comentaron que Teotitlán, aunque tiene gobierno, se rige por la protección misma de unos con otros en el pueblo. Es decir, usos y costumbres. Así que cuando las personas se acercaron a nosotros, fue para vigilar quiénes éramos y mantener monitoreado el tiempo de nuestra llegada y salida. De manera que cada habitante de la localidad siempre está dispuesto a ayudar a otros y viceversa; hábitos y gestos que nos hablan de la humanidad que existe todavía en ciertas partes de México. Después de escuchar sus historias de trabajo duro en el oficio transmitido por generaciones, el mezcal ya había hecho suficiente efecto en mí cuando de pronto nos trajeron chocolate caliente con un aroma que era una locura. Su espuma convertía a la bebida ancestral en una cosa de dioses. Exclamé cualquier cosa porque la espuma jamás se adelgazaba y ellos nos hablaron de la técnica milenaria zapoteca de dominar los movimientos de agitación con el molinillo. En bodas de otros tiempos no tan lejanos, la familia de la novia tenía que preparar el evento con bastante abundancia de comida y con chocolate caliente meticulosamente preparado por la mamá de la novia. Si llegaban 100-200 invitados al tragazón, tenían que servirles a todos chocolate y nadie podía beberlo hasta que se le sirviera al último invitado. El gran reto era que la espuma del chocolate aguantara todo ese tiempo hasta que se les sirviera a todos. De lo contrario, la señora sería señalada y la familia motivo de vergüenza en el pueblo. 

Ya peladas muchas nueces frescas del pueblo, pasamos hacia el taller de los textiles pero antes nos mostraron la magia de sus crías: los gusanos de seda. Se dedicaban a criar gusanos de seda para crear textiles de alta calidad con tintes vegetales en su mayoría. Admirable el esfuerzo y paciencia que lleva desarrollar un producto cuidando a estos maravillosos insectos y cuidando los árboles que servían de su hogar, para luego trasladarlos a cuartos con temperaturas diferentes y que produjeran la mejor seda posible. El amor que inyectaban en sus prendas era inspirador.

Al ver el resultado final ya dentro de su boutique, nos recordaba qué importante es usar nuestros talentos respetando el ecosistema. Además, la piel agradece el tacto con materiales que la acaricien. Ser consciente del amor transmitido en un producto, del conocimiento ancestral perpetuado por generaciones es también algo invaluable y que nos devuelve a los principios básicos del comercio. Esa cercanía y esa cálida bienvenida de los artesanos invitándonos a sentar en su mesa, compartiendo vida en cada mezcal, nuez y chocolate que nos ofrecían, esa incluso ingenuidad y confianza de darse a sí mismos con nosotros fue una reafirmación más en mi existencia, que me volvía a gritar que lo natural es estar cerca uno de los otros, formar vínculos y abrir nuestros panoramas. La agenda del mundo actual nos ha vuelto seres despavoridos que huyen de sí mismos y de sus semejantes, y al hacerlo, se desperdician regalos que Dios nos da simplemente por existir. El miedo existe, pero en la actualidad rige vidas con mucho dominio. Abrirse al prójimo nos lleva a descubrir intelecto, sabiduría y a encontrar oportunidades de crecimiento espiritual que de otra forma se reducen. Abrirse al prójimo desnuda el alma del mismo y lo desarma mostrándose tal y como es. 

ALBINO 

El último día en la Ciudad de Oaxaca Marissa reservó tres lugares en un temazcal de Teotitlán del Valle. Creímos que era una consumación ideal para purificar nuestros pensamientos y balancear un poco nuestra energía. Sinceramente estaba muy nervioso. De camino hacia el pueblo meditaba sobre las emociones que aparecerían en el ritual y los conceptos de Dios y muerte que se manifestarían. Estaba atardeciendo cuando llegamos. De nuevo, Joaquín tuvo que quedarse encerrado en el Beetle porque había un Pit Bull enorme y activo que nos recibió con mucha excitación y temíamos que fuese degollado por nuestro feroz guardián. Sentir esa alegre bienvenida era un buen preámbulo para lo que venía. De repente nos saludó un señor de lejos con un grito. Irradiaba con una sonrisa amplia y notaba una fortaleza física considerable. Su bigote grisáceo y cabello muy corto estilo soldado raso me comunicaba simpleza en su personalidad, además de su camisa azul clara de cuadros y pantalones de mezclilla típicos de un hombre que gusta de trabajar en el campo. Su nombre era Albino. La finca donde habitaba en ese momento y donde se iba a dar la ceremonia del temazcal era muy frugal. Acogedora, pero sin lujos e invitaba a hablar de todo y de nada escuchando el crujir de alguna fogata y oliendo mezcal transpirar por la piel de cualquier compañía espontánea. Ya se encontraba allí una señora grande de lentes que era muy amigable y nos sentamos todos en unas sillas de Tecate cuando comenzó a introducirse. Nos comentó que él era un chamán y que la ceremonia era de nosotros y que era un regalo. Que la disfrutemos. Las rocas incandescentes o “abuelas” ya estaban listas. Era hora de vestir los trajes de baño y adentrarnos en el hoyo ancestral. 

La luz era casi nula. Se respiraban moléculas de piedras ahumadas y tierra con pedazos de alguna madera de la finca. Todos estábamos dentro y el chamán estaba a punto de comenzar la ceremonia pero antes dimos todos la bienvenida a las “abuelas” rojas ardientes aplaudiéndoles y cantándoles. Me ofrecí a ayudar a Albino sujetando y empujando cada una de ellas. Al estar ya todas depositadas en el centro, todos nos acomodamos sentados alrededor de este agujero. Unas ramas aromáticas de distintas plantas colgaban al azar casi frente a nuestras caras. El maestro, ya con suficientes cubetas de agua dentro, se dispuso a cerrar el “iglú” ancestral con una mica que polarizaba la luz del atardecer agonizante. Nos habló un poco sobre la ceremonia y todos intencionamos el evento, cuando de pronto Albino comenzó a arrojar agua a las rocas. El calor se comenzaba a sentir y al ver poca luz, confieso que sentí ansiedad, miedo, claustrofobia y vacío. La humedad del agua evaporándose no me permitía ver más allá de un metro pero las fragancias de los vástagos, también salpicados por el agua, despedían mensajes de confianza en mí. Las ramas despertaban cada vez que Albino las rociaba monopolizando la atmósfera con sus dulces y terrosos bálsamos de manzanilla, romero y eucalipto. Realmente no tengo un recuerdo lúcido de la experiencia excepto algunos instantes, momentos o palabras precisas tanto del chamán como las mías. Espontáneamente, la señora amable de lentes se inspiraba y cantaba melodías tiernas para conectar con el espíritu que sincronizaba con el de nosotros para traer confort. Albino nos pidió levantarnos para comunicarnos con El Creador y pedir qué es lo que deseábamos trabajar. Cuando fue mi turno, comenté que mi intención era entender la muerte. Necesitaba entenderla porque ya la había visto. Después de una hora y media dentro del temazcal, hubo unas palabras y agradecimientos antes de salir de la fosa de ladrillos. El cielo ya era oscuro y mi cuerpo sudaba en exceso. Al respirar el aire fresco de una noche tan estrellada como esa y sentir cómo los poros de mi piel se contraían después de estar muy dilatados por buen rato, tuve la sensación de haber estado durante ese tiempo en el vientre de mi madre para salir purificado ante la vida. ¡Fue algo realmente extraordinario! 

Ya secos del sudor y vestidos, nos dirigimos a sentarnos en una semi terraza de la propiedad. Allí Albino llegó con mezcal y cacahuates. Tuvimos una conversación breve y trivial sobre temblores en Oaxaca, sus regiones, sus chistes y su comida. Después de que la señora se retirara, Albino se dirigió hacia mí y con una sonrisa pícara me comentó: -No te preocupes por la muerte. Es apenas un instante y se fue. Yo una vez tuve un sueño y la muerte se me apareció y le dije: ¿Ya? Ah chingá ¿Ya llegó la hora? Pues ni modo. Pero me dijo no Albino, espérate. Todavía no.- Antes de irnos, le agradecí compartir su sabiduría y su tiempo. Me despedí de él y él de mí. -A la próxima nos vemos aquí. Aquí voy a estar y si no estoy, pues no estoy…- concluyó con una carcajada.

El agave, que sólo florece antes de morir.

MIEDO

Cuando regresamos a Chihuahua, la pandemia tenía un peso gordo en la ciudad. Con algunas muertes cercanas a la familia, mi vulnerabilidad tiranizaba mi raciocinio y mi confianza en Dios se desmoronaba. Tener una condición como diabetes en mi organismo me hacía sentir extremadamente frágil y encima pensar en el bienestar de mis papás y Abril añadía una carga de estrés combinado con ansiedad que jamás había experimentado. La ciudad acribillaba a todos con sus números de muertes, con cada conversación de gente contagiada y con el pánico a respirar el maldito virus microscópico por accidente, por un descuido o simplemente por el destino. El miedo era más contagioso que el Covid y fue tanta mi ansiedad que al consultar con un doctor, me diagnosticó asma por la dificultad que tenía al respirar. Ni meditando ni rezando ni manteniendo mi salud en buen estado podía sentir que mis pulmones se dilataban los suficiente como para dar una satisfactoria bocanada de aire. Sin embargo, con las semanas me di cuenta que había sido un diagnóstico equivocado. Ya llegando a Aspen, sentí un ligero alivio de estar en un lugar donde la pandemia no había sido tan grave y donde todavía podíamos salir a disfrutar del espectáculo natural del valle. Con el gusto de ver a las amistades que habíamos formado aquí, nos reunimos en algunas ocasiones para pasar buenos ratos y buena comida. Aunque tenía unas ganas enormes por compartir las experiencias que recién había vivido, sentía que eran vivencias que sólo son claras para el sujeto dentro de ellas y además sufría el conflicto de querer expresarlas pero me causaba tristeza y dudas repetir la historia. Guardaba muchísima confusión dentro de mí y no estaba cómodo con mucha gente alrededor. Era como si todo lo que mis ojos observaban fuese irreal. De hecho, tenía y tengo la certeza de que esta realidad no es tan real como la que visité en el techo de Yannina. Y al pensar esto, no comprendía cuál era el propósito de esta experiencia dimensional. Llegué a pensar que me hubiese gustado ser católico ferviente para tener una fe inquebrantable sin hacer preguntas tan complejas, pero ya era muy tarde. Había sido testigo de la verdad. Una verdad que tiene muchos matices, preguntas, dudas, majestuosidad, divinidad, incomprensión, y sobre todo sensación. Comencé a trabajar en un lugar muy ocupado y con cierto estrés, que me ayudaba a distraerme un poco de mi confusión pero en cuanto tenía un día libre sentía esa oscuridad y en cuanto me despertaba una nostalgia anticipada por esta vida bendita que un día iba a terminar. La tristeza que me invadía era abrumadora y lo peor era que ni siquiera sabía la causa. Los sentimientos no me permitían pensar y todavía en momentos me visitaba la sugestión de morir por el virus.

La vida me llevó a coincidir con un terapeuta especializado en integraciones de psicodélicos. Fueron sólo 20 minutos que tuve con Paco pero fueron suficientes para que después de describir mi experiencia con Bufo, encontrara una pauta para emprender una búsqueda clara y se abrieran las venas divinas de este trayecto. -Te aconsejo que intentes recordar los fractales que viste. En ellos vas a encontrar el mensaje de tu viaje.- Me expresó.

A partir de ese comentario, comencé a poner más atención en esas figuras geométricas y a tener más fe en señales divinas que me contaran algo. Intenté comunicarme con seres espirituales, con Jesucristo, con Dios, con Shiva para pedirles que me dieran la capacidad para saber ver y tener una percepción más aguda. Incluso, pedí que se me revelara información a través de sueños lúcidos, y aunque no se me concedió, sí experimenté sueños de otro tipo que me revelaron otras cosas. Tuve encuentros con parientes recientemente fallecidos donde me comunicaron mensajes para sus seres más cercanos. Ser portador de estas misivas transdimensionales brindó satisfacción y paz a mi alma. Arrancó en mi una nueva consciencia al ver un salto cuántico en mi percepción. Mi conciencia no era ya la propia sino una global, una universal. Jamás en mi vida había cambiado tanto en tan sólo un año; a partir de mover el telón para asomarme a observar la magnitud de la creación alterna de Dios. Ya no había vuelta atrás. Mis ojos veían con propiedades distintas y con unas cualidades amplificadas. Esta nueva primicia facultativa me llevó a desarrollar una disposición mayúscula en encontrar señales y símbolos que el universo constantemente me arroja. Al seguir estas pistas, fui aclarando mi presente y mi pasado.

MI ALIADA EN LA EXISTENCIA

Cada una de las personas que compartieron un trozo de su tiempo y energía conmigo fueron una partitura indispensable dentro de un lienzo que continúa trazando líneas. No habrá segundos tiempos ni los amigos serán los mismos amigos. Todo está en constante movimiento y nadie es igual cada minuto que pasa. No obstante, existe un ser que a pesar de su gran madurez y eterna capacidad de adaptación al cambio, su amor impetuoso y su solidaridad incondicional me han acompañado muchas lunas antes de este viaje espiritual. Inolvidable el día en que un gran tipo que tan elocuentemente me habló de la consciencia y la teoría sintérgica de Jacobo Grinberg, comentó que una esposa no es una esposa sino una aliada en la existencia. Tales palabras marcaron mi forma de ver el amor y nuestras relaciones. Abril es esa libertad con la que un humano, como yo, puede soñar y aspirar para construirse a sí mismo y encontrar su propia verdad. Con ella, no hay juicios ni dolor ni cadenas. Desde ese día que juntos tomamos la decisión de destapar el corcho de esta crónica y aventurarnos a interpretar una consciencia desnuda, Abril jamás ha cerrado sus oídos ni su corazón ni sus ojos florecientes ante los torbellinos que acarrean la búsqueda de mi centro. Nadie sabe cuántos años luz ha tenido que recorrer uno con el otro para volver a encontrarse en coherencias distintas. Posiblemente en esta, ella sea la de mayor entendimiento teniendo así que soportar días comportándome como un foráneo dentro de mi propia geografía. Y no obstante los retos, la nebulosidad o el embrollo del proceso integral de mi psique, siempre encuentro en ella la ecuanimidad y el sustento moral para enderezar el significado de la vida. Su esencia es una extensión de mi alma y la partitura protagónica de esta historia. Si en este plano nos perdiésemos, nos encontraremos en otra materia y bajo otras coherencias.

“Uno sólo conserva lo que no amarra. Y sin tenerte, te tengo a vos.” -Jorge Drexler.

CENTRO

Era un domingo lleno de sol y el cielo, que abrazaba algunas nubes perfectamente delineadas como lana de ovejas navarras, era placenteramente claro. Abril me animó a pasear en el centro de Aspen buscando tiendas interesantes y galerías de arte escondidas entre los restaurantes absurdamente caros de la ciudad. Hicimos parada en el museo de arte para contemplar la exhibición que había por el momento. De ahí encontramos una galería en una azotea pseudo clandestina y nos quedamos unos minutos a escuchar la descripción que tenía la curadora sobre unos muebles senegaleses. Salimos y al doblar en una esquina, entramos a ver unas obras que nos habían llamado la atención desde otros días que mi hermana visitaba y nos había comentado sobre una artista argentina conocida que tenía sus pinturas exhibiéndose en esa sala. Nos recibió una mujer puertorriqueña bastante guapa vistiendo un vestido relajado y colorido. Ante esta nueva cosmovisión obtenida, daba la impresión de que la mujer tenía algo que me iba a decir. Un sexto sentido me impulsaba a conversar con ella, no desde un interés sexual, sino algo más profundo. Recorriendo las piezas del salón, me detuve en una que me dejó absorbido por completo. Siempre me ha costado entender el significado del arte conceptual o abstracto pero en este caso hubo algo que me dejó inmovil. La fuerza de su gravedad me atraía como un agujero negro devorando toda materia. Estaba trazada a la perfección. El fondo negro era como el matiz de las constelaciones y los caracteres creados eran de color fuego brincando de naranja a dorado y viceversa. Eran fractales con distintas formas manifestando geometría sagrada irrumpiendo toda concepción humana y clamando:

ESTE SOY YO Y ESTE ERES TU

YO SOY EL ORIGEN Y YO SOY EL FIN 

BIENVENIDO A CASA

Resplandecían y en el centro había unos triángulos montados unos sobre otros. A mis adentros pensé: -¡Esto fue! ¡Esto fue lo que vi!.- Y en seguida reflexioné: -Voy a preguntarle a la curadora boricua el nombre de este cuadro y me va a dar la respuesta de mi viaje con el sapo.- Disculpa, ¿qué intenta comunicar la artista con esta pieza?-.La mujer respondió con su alegre acento caribeño y agregó. –No lo sé realmente pero se llama Finding Center-.

EL AMOR DE DIOS

Ese instante donde abre uno el cerrojo y encuentra el tesoro a través del maizal que llevaba recorriendo perdido durante mucho tiempo, y sin haberme siquiera percatado que estaba dentro de una travesía fue lo que un domingo inesperado me regaló. A partir de esta cumbre informativa supe que debía buscarme a mí mismo y encontrar las respuestas que siempre habían estado ahí. Así que decidí buscar herramientas y expertos que pudieran guiarme en este proyecto. 

Determinado a enfrentar mis demonios, consulté con una persona que poseía un método alternativo con cartas que se manifestaban a través de la conciencia para sanar situaciones transgeneracionales. Me sonaba un poco descabellado pero después de que mi gran amiga, Carol, a la que quiero y respeto demasiado, la recomendó muchísimo por experiencia personal, tuve la certeza de que era una herramienta que podría ser clave en mi exploración.

Aunque no internaré mucho en los detalles familiares ni en las heridas que brotaron, sí puedo afirmar con toda certeza que el mensaje fue: Sana tu dolor. La fragmentación de ciertos momentos o etapas de nuestras vidas necesitan ser entendidas para alcanzar la aceptación, el perdón a otros y a uno mismo. Y de ahí comienza el intento por comprenderse uno mismo, su historia y traer bienestar a su vida. Sin embargo, la complejidad también forma parte de este paso al surgir las preguntas relacionadas con la identidad. ¿Quién soy yo? ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? La constante tormenta analítica del yo fue un gran proceso de recuperación emocional donde tuve una abertura escupiendo heridas, inundando mi corazón de tristeza y desdeñando mi esencia hacia vacíos sombríos. Paulatinamente, deseaba razonar el enigma del yo y desgajarlo para localizar el diamante celestial dentro de mi. Al arrancar las capas, encontraba que prácticamente todo el significado del yo comenzaba a desaparecer, y esto me llevaba a descubrir que el yo es una ilusión; el yo no existe. Y si el yo no existe, el sufrimiento tampoco. Si yo no soy yo, entonces lo único real es la consciencia. Y la consciencia es. Simplemente es. Al desdoblar mi razonamiento y mi sistema de creencias aprendidas, sólo existo como un ser creado a partir del amor; a partir de una extensión divina que me hace converger en todo momento con otros seres que son parte de la misma consciencia universal. Sin embargo, no se llega a este estado sin la realización del amor inagotable, incondicional e inmensurable de Dios. 

Al aceptar al creador como la única entidad o fuerza en donde depositar nuestros anhelos, decisiones o dudas, la vida se vuelve clara y espontánea como las flores de invierno, que a pesar de lo gris que puedan ser las circunstancias siempre levantan su rostro hacia el sol buscando a Dios, contemplando su misterio. Podemos dudar de todo pero jamás del amor del Creador.

Buscamos fuera pero las respuestas SIEMPRE están dentro. Y a veces buscamos con mucho vigor las respuestas en gente que nos parece sabia cuando los seres más cercanos contienen la panacea adecuada para sanar el espíritu. Sólo hay que preguntarles…

Soy un ser irrepetible, que se me ha dado el regalo de la vida por parte del Ser Omnipotente, para que yo con los talentos que se me han regalado, primero alabe y de gracias a Dios. Después de eso, ayude a los demás y también a mí mismo a salir adelante en esta corta vida de cualquier manera posible, siempre y cuando sea con amor.

Soy espíritu y mi cuerpo es sólo mi estuche transitorio para viajar en este mundo. Soy un espíritu trascendente a esta tierra.”

-Luis Saavedra

GRACIAS A CADA UNO DE USTEDES QUE FUERON MIS MAESTROS, MI APOYO, MI RISA, Y EN GRAN PARTE DEL VIAJE MI FELICIDAD. A USTEDES ME DEBO Y EN USTEDES ME VEO. CONTINUEMOS EL VIAJE…





8 comentarios en “Finding Center

  1. Wow! No cabe duda que el mejor viaje que uno puede realizar es hacia adentro y no cualquiera se atreve a hacerlo, te admiro y te felicito por eso, tu y Abril han sido de una de las experiencias bonitas por la cual le agradezco al señor que tengo aquí a mi lado 😅…
    Les mando un abrazo con mucho cariño 🤗

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  2. (clap, clap) Gracias por compartir este “journey” y que creo que todos en algún momento nos hemos preguntado tarde que temprano sobre qué somos, lo que queremos, hacia dónde vamos, para qué motivo…algunos no hacen ese trayecto y mucho menos, iniciar esa travesía para averiguarlo. Simplemente no desmenuzan para encontrar las respuestas.
    En algunas ocasiones hay que perdernos para encontrarnos…en otras hay que salir de nuestro confort y dejar que todo fluya.
    Deseo que estés bien y te mando buenas vibras y puros buenos deseos
    Cuídate mucho!

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  3. Gracias mi Samy. Es un compromiso viajar hacia dentro y encontrar la armonía. Me da gusto que lo hayas disfrutado y ojalá sirva de motivación para los lectores a indagar y cuestionar las creencias. Un abrazote a ti tmb!

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  4. Hola Pablo
    La verdad no podia dejar de leer ta amena, bonita,bien hecha y maravillosa publicacion !!!
    Enre mas leia , queria deborar rapidamente lo que seguia.
    Pocas publicaciones me han gustado tanto como esta
    Que Dios te colme de bendiciones y te siga dotando de esa maravillosa habilidad, destreza y conocimiento para escribir tan bonito e interesante !!!
    Un fraternal abrazo

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    1. Muchas gracias por tus palabras, Luis. Me da mucha alegría leerlas y saber que puedan causar cierta fascinación sobre todo en la gente que aprecio. Un abrazo de vuelta, bendiciones abundantes y saludos a la familia.

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